Tradiciones de Ajijic

Festividades en Ajijic: tradiciones que unen al pueblo

Ajijic, Pueblo Mágico en la Ribera de Chapala, vive cada año un calendario vibrante de celebraciones populares. A lo largo de los meses, vecinos, familias y gremios organizan eventos llenos de música, color, comida y espiritualidad. A continuación, encontrarás el detalle ampliado de cada festividad.


1 de enero – Desfile de Año Nuevo

El 1 de enero, Ajijic comienza el año con uno de los desfiles más esperados y auténticos del calendario festivo. Este evento no es organizado por autoridades municipales ni patrocinadores: surge de la espontaneidad, creatividad y energía de los barrios tradicionales de Las Seis Esquinas y La Villa. La mañana del primer día del año, vecinos y familias se congregan para desfilar por las calles con disfraces caseros, comparsas, carros decorados y mucho humor.

El desfile parte desde la esquina de Ocampo, continúa por Aldama y Guadalupe Victoria, hasta llegar a la plaza central. Posteriormente, los contingentes regresan por Hidalgo hacia el campo de fútbol del barrio Guadalupe, donde se celebra una gran convivencia vecinal. Aquí se sirven antojitos como tacos de guisado, tamales, aguas frescas, café de olla y pan dulce, mientras bandas locales amenizan el ambiente.

Lo más característico de este desfile es su tono satírico y familiar. Algunos disfraces parodian eventos del año anterior, políticos, situaciones locales o simplemente personajes imaginativos. Se han visto desde robots hechos con cajas de cartón hasta representaciones del “año viejo” simbolizado con fuego y ceniza. Las risas, la música y el colorido hacen de este evento una bienvenida colectiva al nuevo ciclo.

Para muchos ajijitecos, este desfile representa algo más que una fiesta: es un ritual de renovación social, donde la creatividad popular, la crítica lúdica y la convivencia barrial se mezclan. También es una oportunidad para que nuevos vecinos y visitantes se integren a la vida comunitaria desde el primer día del año. Por ello, si visitas Ajijic el 1 de enero, no te sorprendas si terminas bailando con una Sayaca improvisada, comiendo pozole en la cancha o lanzando confeti sobre la plaza.


6 de enero – Día de Reyes

El Día de Reyes en Ajijic es una de las festividades más queridas por niños y familias. Celebrada el 6 de enero, esta fecha marca el cierre del ciclo navideño y mantiene viva una de las tradiciones más dulces y simbólicas del calendario mexicano. En la plaza principal, se organiza un evento comunitario donde se parte una gigantesca Rosca de Reyes, acompañada de chocolate caliente para todos los asistentes.

La Rosca, elaborada artesanalmente por panaderías locales, contiene dentro pequeñas figuras del Niño Dios. Quien recibe un pedazo con figura se compromete a organizar tamales para el 2 de febrero, Día de la Candelaria. Es una tradición que combina juego, promesa y sabor. En Ajijic, las familias toman muy en serio este compromiso, lo cual fortalece los lazos comunitarios.

Además de la Rosca, el evento incluye piñatas, dulces, juegos tradicionales, globos de cantoya y rifas para los más pequeños. Los barrios suelen organizar dinámicas donde se reparten juguetes donados y se involucra a los niños en actividades culturales o artísticas. Muchas veces, voluntarios de la comunidad o asociaciones civiles contribuyen para que ningún niño se quede sin regalo.

Este día también sirve como espacio de educación cultural: los más pequeños aprenden el simbolismo de los Reyes Magos, la historia del nacimiento de Jesús y por qué en México esta fecha tiene tanto arraigo. Las escuelas y catequistas locales aprovechan para reforzar estos saberes.

El ambiente en la plaza es cálido, alegre y profundamente familiar. Los asistentes no solo comparten comida, sino también historias, risas y buenos deseos para el nuevo año. Para muchos, el Día de Reyes es una reafirmación de lo más valioso de Ajijic: la hospitalidad, la tradición y la generosidad colectiva.

Si visitas Ajijic en estas fechas, te encontrarás con una celebración íntima pero abierta, donde eres bienvenido a formar parte del corte de rosca, a cantar, a reír y a sentirte parte de una comunidad que hace del compartir un acto festivo.


20 de enero – Fiesta de San Sebastián

La Fiesta de San Sebastián, celebrada cada 20 de enero, es una de las más tradicionales del calendario ajijiteco. Se realiza en el barrio de San Sebastián, uno de los más antiguos y activos del pueblo. Esta celebración no solo honra al santo mártir romano, sino que también representa un momento de unidad vecinal, devoción religiosa y gastronomía típica.

Desde días antes, los vecinos del barrio se organizan para decorar calles, fachadas, altares y preparar el pan Tachihual, un pan dulce horneado en hornos de leña, típico de Ajijic, que se ofrece a visitantes y participantes. Este pan es considerado sagrado dentro del contexto de las fiestas religiosas, y su preparación es todo un rito: las familias siguen recetas transmitidas por generaciones, y su sabor es inconfundible por su textura suave, su cubierta de betún blanco y su esencia artesanal.

La jornada del 20 de enero comienza con las mañanitas al santo, seguido de una misa solemne en su honor. Posteriormente, se lleva a cabo una procesión por las calles del barrio, en la que los vecinos acompañan la imagen de San Sebastián entre cantos, rezos y fuegos artificiales. La atmósfera es profundamente espiritual, pero también festiva.

Durante el día, se realizan convivencias comunitarias con música de mariachi o banda, puestos de comida, juegos tradicionales y actividades culturales. Se sirven platillos típicos como birria, enchiladas, tamales y atole. La comunidad se reúne a compartir la mesa, conversar, y recordar viejas historias relacionadas con el barrio y la evolución de la festividad.

Además del aspecto religioso, esta fiesta representa el orgullo del barrio de San Sebastián. Es común ver a personas que emigraron volver expresamente para la fecha, reforzando los lazos con sus raíces. La participación intergeneracional también es notable: abuelos, padres y nietos colaboran juntos para mantener viva la tradición.

San Sebastián es considerado protector contra enfermedades y epidemias, por lo que muchas personas acuden a pedir favores, agradecer milagros o simplemente fortalecer su fe. Las promesas y ofrendas no faltan, y el altar suele llenarse de flores, veladoras y listones de colores.

En definitiva, la Fiesta de San Sebastián es una muestra clara de cómo Ajijic mantiene vivas sus tradiciones más antiguas, combinando fe, sabor, música y comunidad en un solo día. Es una festividad íntima y poderosa, que resiste al paso del tiempo gracias al cariño de su gente.


Febrero/Marzo – Carnaval de Ajijic y los Sayacos

El Carnaval de Ajijic es una de las expresiones culturales más vibrantes, irreverentes y profundamente identitarias del pueblo. Su sello distintivo son los Sayacos, personajes enmascarados que desfilan por las calles lanzando harina, bailando con energía desbordante y provocando risas con su actitud satírica. Este carnaval se celebra durante varios domingos antes del Miércoles de Ceniza, y su punto culminante es el Domingo de Carnaval, aunque las actividades inician semanas antes.

Los Sayacos son una tradición única en México. Su origen se remonta a tiempos prehispánicos, con elementos de ritos de fertilidad, combinados posteriormente con influencias del carnaval europeo introducido por los españoles. En Ajijic, estos personajes adquieren una identidad local inconfundible: usan máscaras grotescas de papel maché, pelucas de colores, ropa vieja o femenina (si son hombres), y exageran sus gestos y movimientos para generar carcajadas y confusión divertida.

Durante el carnaval, las calles del barrio de San Sebastián y el centro del pueblo se convierten en escenarios de fiesta. Los Sayacos desfilan acompañados de bandas de música, carretas, grupos de danza y contingentes comunitarios. Lanzan harina a los espectadores, especialmente a quienes “se hacen los importantes” o no quieren participar. Nadie está exento del ataque de harina: locales, turistas, niños y adultos reciben la misma dosis de alegría polvorienta.

Además de la parte humorística, el carnaval incluye presentaciones artísticas, venta de comida tradicional, concursos de disfraces, torneos deportivos, y eventos culturales en la plaza. Es un carnaval familiar, aunque su energía puede parecer caótica. Muchas familias preparan sus disfraces con semanas de anticipación y los Sayacos veteranos enseñan a los más jóvenes a hacer sus propias máscaras y moverse con “estilo”.

El ritual del Sayaco no es solo un juego: representa una crítica a las apariencias sociales, un permiso temporal para romper reglas y una forma de expresar libertad colectiva. También se convierte en un vehículo para fortalecer la identidad ajijiteca: “Ser Sayaco” es un orgullo local.

La comunidad se involucra de manera activa en la organización. Se hacen colectas para los trajes, se planifican rutas, se elige un “Rey Feo” (figura carnavalesca similar a un bufón real), y se anuncian horarios para evitar incidentes. Aunque el evento tiene momentos salvajes, Ajijic ha logrado conservarlo como una celebración segura, participativa y profundamente alegre.

El Carnaval y sus Sayacos resumen bien el espíritu de Ajijic: una mezcla de tradición, humor, comunidad y arte popular que no se encuentra en ningún otro rincón del país.


Sábado antes del Domingo de Ramos – Feria de la Capirotada

La Feria de la Capirotada es una de las celebraciones gastronómicas más singulares y deliciosas de Ajijic. Se realiza el sábado previo al Domingo de Ramos, en pleno arranque de la Semana Santa. Su objetivo es rendir homenaje a la capirotada, un postre tradicional de Cuaresma con profundas raíces simbólicas, y al mismo tiempo, rescatar y preservar una receta que forma parte del patrimonio culinario de muchas familias mexicanas.

Esta feria nació en 2015 por iniciativa de ciudadanos preocupados por el riesgo de que la capirotada desapareciera entre las nuevas generaciones. Desde entonces, la celebración ha crecido año con año, convirtiéndose en una muestra de creatividad gastronómica, identidad comunitaria y educación cultural. Tiene lugar en el centro del pueblo, generalmente en la plaza principal, donde decenas de personas montan puestos decorados para presentar sus versiones del platillo.

La capirotada tradicional se prepara con pan añejo tostado, bañado con jarabe de piloncillo, y cubierto con pasas, nueces, cacahuates, queso rallado, y especias como canela y clavo de olor. En Ajijic, cada familia tiene su toque personal: algunas incluyen plátano macho, coco rallado, almendras, o hasta trocitos de manzana o leche condensada. Otras hacen versiones saladas o veganas, lo que convierte la feria en una deliciosa competencia de sabor, originalidad y presentación.

Los asistentes pueden degustar libremente cada versión de capirotada, conversar con las cocineras y votar por su favorita. Además, se entregan reconocimientos a las mejores recetas en distintas categorías: tradicional, innovadora, presentación, entre otras. La interacción con el público es cálida, y muchas participantes comparten anécdotas sobre cómo heredaron la receta de sus madres o abuelas.

Además del aspecto culinario, la feria suele ir acompañada de música en vivo, actividades para niños, y venta de otros productos locales como pan Tachihual, atole, tamales, dulces típicos y artesanías. También hay charlas informativas y talleres que explican el simbolismo de los ingredientes de la capirotada, los cuales representan elementos de la Pasión de Cristo: el pan es el cuerpo, el jarabe es la sangre, la canela representa la cruz, el clavo los clavos, y el queso el sudario.

Para los turistas, esta feria es una excelente oportunidad para conocer una de las tradiciones culinarias más significativas de México en un contexto auténtico, festivo y profundamente humano. Es también una muestra de cómo Ajijic honra su pasado, celebra su presente y educa hacia el futuro a través de la cocina.


Domingo de Ramos – Verbena Jamaica del Pasado

La Verbena Jamaica del Pasado es una de las celebraciones más encantadoras y nostálgicas del calendario cultural de Ajijic. Se celebra el Domingo de Ramos, justo al inicio de la Semana Santa, y tiene como objetivo revivir el Ajijic de antaño, ese pueblo de calles empedradas, palapas, vestidos largos, sombreros y juegos tradicionales. Es una verdadera máquina del tiempo que, por una tarde, transforma la plaza principal en una feria popular del siglo XX.

El evento es organizado por vecinos, cronistas, asociaciones culturales y artistas locales que buscan rescatar las tradiciones cotidianas del pasado y presentarlas como experiencia vivencial para las nuevas generaciones. Lo primero que llama la atención es la ambientación: los puestos de comida son decorados con palma, papel picado, telas florales, jarras de barro y utensilios antiguos. No se permite el uso de plásticos ni empaques modernos, lo que le da al evento un aire auténtico.

La oferta gastronómica es amplia y deliciosa. Se sirven pozole, tacos dorados, tamales, enchiladas, capirotada, tepache, atole y ponche, todo preparado por cocineras tradicionales del pueblo. Los precios son accesibles y el espíritu es el de compartir, no el de lucrar. Muchos de los platillos son preparados siguiendo recetas familiares de más de 50 años de antigüedad, lo cual convierte cada bocado en una experiencia histórica.

Además de la comida, la Verbena está llena de juegos y actividades populares. Se organizan partidas de lotería mexicana, juegos de rueda de la fortuna manual, papaquis (bolsitas de papel llenas de confeti para lanzar a los amigos), concursos de vestuario tradicional, y hasta bailes de danzón y música de trío. Las familias acuden vestidas con trajes de época: los hombres usan sombrero, tirantes, pañuelo en el cuello, y las mujeres portan faldas largas, trenzas con listones y rebozos coloridos.

La música es en vivo y cuidadosamente seleccionada: mariachi, sones, boleros, danzón, huapango y demás géneros típicos del México rural. Se arman pistas de baile improvisadas y no es raro ver a adultos mayores enseñar pasos de antaño a jóvenes curiosos.

Más allá de la comida y el entretenimiento, lo más valioso de esta celebración es su capacidad para recrear la memoria colectiva de Ajijic. Durante la verbena, los adultos mayores relatan anécdotas de su infancia, los niños hacen preguntas sobre “cómo era el pueblo antes”, y todos se reúnen con un espíritu de respeto y gratitud hacia sus raíces.

Para visitantes nacionales y extranjeros, la Verbena Jamaica del Pasado es una experiencia cultural inmersiva. No es un evento montado para turistas, sino una manifestación auténtica de orgullo local, memoria viva y participación comunitaria.


Viernes Santo – Vía Crucis Viviente

Cada Viernes Santo, Ajijic se transforma en un escenario sagrado para representar uno de los actos más conmovedores de la tradición católica: el Vía Crucis Viviente. Esta representación, organizada por la comunidad y con actores locales, es uno de los momentos más solemnes y participativos de la Semana Santa. A diferencia de otras celebraciones, aquí lo visual, lo emocional y lo espiritual se fusionan de manera poderosa.

La jornada inicia temprano en la Parroquia de San Andrés Apóstol, donde cientos de personas se reúnen para dar inicio a la dramatización de la Pasión de Cristo. Jesús, interpretado por un vecino comprometido y preparado, inicia su camino cargando la cruz mientras lo acompañan María, los apóstoles, soldados romanos y demás personajes bíblicos, todos con vestuarios elaborados, pero hechos artesanalmente con materiales sencillos y mucho simbolismo.

La procesión recorre varias calles del pueblo y asciende hacia los cerros que rodean Ajijic, deteniéndose en cada una de las 14 estaciones del viacrucis. En cada punto, se escenifican pasajes como la condena de Jesús, el encuentro con su madre, la caída bajo la cruz, la ayuda de Simón el Cirineo y la Verónica limpiándole el rostro. La interpretación está cargada de emoción real: lágrimas, gritos, silencio, rezos colectivos y cantos religiosos acompañan cada escena.

Lo impresionante de este evento es que no es un “espectáculo” para observar a distancia, sino una experiencia inmersiva. Los asistentes caminan junto al cortejo, oran, cantan y muchos se sienten personalmente conmovidos por la intensidad de la representación. La subida al cerro en los últimos tramos es especialmente fuerte, tanto física como espiritualmente. Allí se escenifica la crucifixión, con una escenografía sobria y un silencio profundo entre los asistentes. Es un momento que toca fibras sensibles.

Los organizadores —mayoritariamente miembros de la parroquia y voluntarios— dedican semanas a la preparación: ensayos, montaje de estaciones, diseño de vestuario, lectura de textos bíblicos y coordinación logística para garantizar la seguridad y el orden. Pero lo más valioso es que la mayoría de los participantes lo hacen como ofrenda personal o promesa, lo que le da una profundidad especial al evento.

Una vez concluida la representación, los asistentes descienden en silencio o con cantos suaves, regresando al centro del pueblo con el corazón lleno de reflexión. Por la tarde, se celebran misas de adoración a la cruz y espacios de recogimiento, y por la noche, algunas familias organizan veladas silenciosas en sus hogares.

Para los visitantes, el Vía Crucis de Ajijic es una oportunidad única para presenciar la fuerza de la fe popular. No hay escenografías lujosas ni efectos teatrales, pero sí hay verdad, emoción y comunidad. Es una expresión profunda de cómo un pueblo puede mantener viva su espiritualidad a través del arte y la participación colectiva.


3 de mayo – Día de la Santa Cruz

El Día de la Santa Cruz, celebrado el 3 de mayo, es una de las festividades más representativas de la mezcla entre lo religioso, lo artesanal y lo comunitario en Ajijic. Esta fecha, profundamente ligada a los albañiles y trabajadores de la construcción, tiene un significado que trasciende el gremio para convertirse en una verdadera expresión de fe popular y arte floral.

La tradición consiste en decorar cruces de madera con una gran variedad de elementos como flores frescas, frutas, papel picado, listones, hojas de palma, pan Tachihual, tequila y otros objetos simbólicos. Estas cruces se colocan en techos de casas en construcción, en altares domésticos, en fachadas y hasta en espacios públicos. Las calles del pueblo se llenan de color, aroma y formas diversas que convierten a Ajijic en un museo al aire libre de espiritualidad artesanal.

El origen de esta tradición se remonta a tiempos coloniales, cuando los misioneros españoles promovieron la cruz como símbolo de fe. En México, esta fecha se convirtió en día especial para los albañiles, quienes agradecen a Dios por el trabajo y piden protección contra accidentes. En Ajijic, sin embargo, el festejo se ha extendido a todos los sectores de la sociedad, y se ha adoptado como un acto de gratitud colectiva.

Una de las particularidades locales es la inclusión del pan Tachihual, horneado especialmente para la fecha por panaderías tradicionales. Este pan dulce, con cobertura de betún blanco o rosa, se ofrece como símbolo de generosidad y se reparte entre amigos, vecinos y trabajadores. A menudo, los altares de las cruces lo incluyen como ofrenda junto con botellas de tequila, flores de bugambilia y veladoras.

Durante el día, las familias invitan a sus conocidos a visitar sus altares, ofrecer una oración y compartir comida. Es habitual escuchar música de mariachi o banda, y los gremios de albañiles organizan comidas comunitarias en patios, calles o salones comunales. Se sirven birria, tacos dorados, tamales, frijoles de la olla, tortillas hechas a mano y aguas frescas. Las celebraciones están marcadas por la hospitalidad, la alegría sencilla y el orgullo de mostrar el trabajo artesanal de cada cruz.

Además, se realizan rosarios comunitarios en los barrios y capillas. La devoción se combina con la fiesta, generando un ambiente de respeto y celebración. Incluso los visitantes son bienvenidos a sumarse, siempre que lo hagan con espíritu de apertura y humildad.

El Día de la Cruz en Ajijic es un claro ejemplo de cómo una tradición religiosa puede transformarse en una manifestación cultural viva, con múltiples capas de significado: agradecimiento, comunidad, arte, fe y convivencia. Es una celebración que, aunque sencilla en su forma, tiene una profundidad que refleja lo mejor del espíritu ajijiteco.


Sábado antes del 15 de septiembre – Regata de Globos

La Regata de Globos de Ajijic es, sin duda, una de las celebraciones más coloridas, creativas y espectaculares de todo el calendario festivo del pueblo. Se lleva a cabo el sábado anterior al 15 de septiembre, como antesala de las fiestas patrias, y atrae a cientos de personas —tanto locales como visitantes nacionales y extranjeros— que acuden para ver cómo el cielo se llena de globos gigantes hechos de papel de china.

Lo más asombroso de esta festividad es que los globos son completamente artesanales, fabricados por equipos comunitarios que dedican semanas o incluso meses a diseñarlos, cortarlos, pegarlos y ensamblarlos. Los globos varían en tamaño: desde pequeños y modestos diseños hasta verdaderas obras de arte que alcanzan más de 10 metros de altura. Están hechos exclusivamente con papel de china de colores y engrudo, y se elevan gracias al calor de una llama controlada en su base.

El evento tiene lugar en el campo Cruz Azul, ubicado en la zona central del pueblo. Desde temprano, familias enteras instalan sus mantas, sillas y sombrillas para conseguir un buen lugar. Los equipos de lanzadores comienzan a preparar sus globos al sol, protegiéndolos del viento, haciendo pruebas de llama y pegando las últimas piezas. La atmósfera es de emoción y tensión: cualquier error puede hacer que un globo se incendie antes de despegar.

Y sin embargo, ahí está la magia del evento: cada lanzamiento es una mezcla de arte, riesgo y emoción compartida. Algunos globos se elevan lentamente y con elegancia, provocando aplausos y ovaciones. Otros fallan en el intento: se incendian, explotan o se desinflan, lo que genera carcajadas, gritos y solidaridad entre los espectadores.

Cada equipo tiene su propio estilo. Algunos optan por figuras geométricas, otros incluyen rostros, flores, símbolos patrios o personajes de la cultura popular. El diseño es libre, pero el esfuerzo y la creatividad son admirables en todos los casos. No hay premios oficiales, pero el reconocimiento del público es más que suficiente para quienes participan.

Además del espectáculo visual, la regata es también una fiesta comunitaria. Hay puestos de comida, música en vivo, venta de artesanías, globos pequeños para niños y muchas familias ajijitecas que comparten comida con los visitantes. La sensación es de orgullo colectivo: Ajijic muestra al mundo su capacidad de crear belleza con papel, fuego y cooperación.

Para los asistentes, la Regata de Globos es una experiencia inolvidable. Ver el cielo cubrirse de formas multicolores, escuchar los gritos de entusiasmo con cada globo que despega, y compartir esa alegría colectiva, es algo que se queda en la memoria para siempre.

En resumen, esta celebración es mucho más que un evento visual: es una manifestación de arte popular, identidad comunitaria, tradición y alegría compartida, que reafirma el carácter único de Ajijic como pueblo mágico y creativo.

Domingo antes del 15 de septiembre – Usos y Costumbres del Rebozo

La transformación del desfile del rebozo en lo que hoy conocemos como Usos y Costumbres del Rebozo es un reflejo de la riqueza cultural de Ajijic. Con el paso de los años, la comunidad comprendió que el rebozo no podía presentarse de manera aislada: debía enmarcarse dentro del contexto de todas las tradiciones que dan vida al pueblo. Por ello, poco a poco se fueron incorporando otros elementos festivos que conviven en la memoria colectiva, como los sayacos del Carnaval, los altares de Día de Muertos, las fiestas guadalupanas y las posadas de diciembre.

La Plaza Principal, corazón del evento, se convirtió en escenario natural de esta evolución. El quiosco, los portales y las calles que lo rodean se transforman en una pasarela de identidad donde el rebozo comparte protagonismo con danzas folclóricas, mariachis y charros. La atmósfera es única: los visitantes no son simples espectadores, sino parte de la celebración, rodeados de aromas de antojitos, música en vivo y la alegría contagiosa de un pueblo que muestra con orgullo sus raíces.

El nuevo nombre del evento, Usos y Costumbres del Rebozo en Ajijic, refleja esta evolución. Ya no se trata solo de un desfile de prendas, sino de una celebración integral de las múltiples formas en que el rebozo se inserta en la vida cotidiana. El público no solo contempla la prenda como pieza estética, sino que se le recuerda su papel en la crianza de los hijos, en los bailes tradicionales, en las ceremonias religiosas y hasta en los rituales de despedida a los difuntos. Cada uso es una huella cultural que se reactiva y se comparte con quienes participan.

El desfile también es un puente generacional. Las niñas caminan con rebozos recién tejidos, mientras que las mujeres mayores portan piezas con décadas de historia familiar. Los jóvenes se involucran como músicos, organizadores o cronistas visuales, registrando en fotos y videos una tradición que respira y evoluciona año con año. La comunidad entera se convierte en protagonista de un ritual de pertenencia que asegura que la tradición no solo se conserve, sino que se renueve en cada edición.


14 de septiembre – Día del Charro

El 14 de septiembre, Ajijic honra una de las figuras más emblemáticas de la cultura mexicana: el charro, símbolo de valentía, tradición rural y elegancia. El Día del Charro es una celebración oficial en México desde 1934, pero en Ajijic adquiere una personalidad propia, marcada por la participación comunitaria, el folclore y el orgullo por el México profundo.

Desde muy temprano, los charros y escaramuzas (mujeres que practican charrería a caballo con trajes tradicionales) se preparan para desfilar por las calles del pueblo. Caballos bellamente ensillados, trajes bordados con hilos de oro y plata, sombreros de ala ancha, botas, rebozos, listones y moños adornan a los participantes. Se trata de una verdadera pasarela ecuestre que exhibe la elegancia y la tradición de este arte mexicano.

El desfile charro avanza desde las orillas del pueblo hacia el centro, pasando por calles empedradas mientras vecinos y turistas aplauden al paso de los jinetes. Los grupos participantes provienen tanto de Ajijic como de otras localidades de la Ribera de Chapala y del estado de Jalisco. Algunos desfilan portando banderas nacionales, otros realizan formaciones ecuestres, y hay quienes ejecutan suertes de charrería mientras cabalgan.

La música no puede faltar. Durante todo el recorrido se escuchan mariachis, bandas de viento y sones jaliscienses. El ambiente se llena de alegría, ritmo y un orgullo palpable por las raíces mexicanas. Muchas familias sacan sillas a la calle para ver pasar el desfile, y no faltan los puestos de antojitos como elotes, tamales, aguas frescas y tacos al pastor.

Después del desfile, se organizan eventos complementarios en las lienzos charros cercanos, donde se realizan exhibiciones de suertes charras como el coleadero, la cala de caballo, el paso de la muerte o el floreo de soga. Las escaramuzas, por su parte, impresionan con sus coreografías a caballo en las que combinan destreza, elegancia y sincronía.

La celebración también incluye misas en honor al Santo Patrono de los charros, San Antonio de Padua, así como convivencias organizadas por las asociaciones charras, donde se reconoce a jinetes destacados o se rinde homenaje a personajes importantes de la comunidad.

Para muchos ajijitecos, el Día del Charro es una fecha que resalta la identidad nacional con autenticidad y orgullo. No es solo una postal para turistas, sino una oportunidad para recordar las raíces campesinas de la comunidad, valorar la relación con el caballo, y mantener viva una tradición que representa disciplina, arte y familia.

Participar como espectador o como jinete en este día es una forma de integrarse a la cultura viva de Ajijic. No hay que saber montar para disfrutarlo: basta con dejarse envolver por la música, los colores, la energía y el amor por México que se respira en cada paso de esta jornada ecuestre.


15 y 16 de septiembre – Fiestas Patrias

En Ajijic, como en todo México, las Fiestas Patrias del 15 y 16 de septiembre se viven con una intensidad y emoción que trasciende lo cívico para convertirse en un verdadero acto de identidad nacional y orgullo comunitario. La celebración conmemora el inicio de la lucha por la Independencia de México, pero en este pueblo mágico, a orillas del Lago de Chapala, se celebra con un espíritu único, donde el folclore, la música, la gastronomía y la participación ciudadana lo envuelven todo.

15 de septiembre: El Grito

La noche del 15 de septiembre es una fiesta total. Desde horas antes, la plaza principal se transforma en una verbena popular: puestos de antojitos mexicanos, juegos para niños, escenarios musicales y decoración tricolor por doquier. Las familias se visten con motivos patrios: los niños con sombreros gigantes, bigotes pintados y trajes típicos; las mujeres con vestidos bordados, rebozos y listones en el cabello; los hombres con camisas de manta, paliacates y cinturones charros.

En el escenario principal, se presentan bailables folklóricos, grupos de mariachi, tríos y hasta imitadores de Juan Gabriel o Vicente Fernández, lo que eleva aún más la emoción colectiva. Conforme avanza la noche, la plaza se llena hasta que no cabe un alma más. A las 11:00 p.m., el presidente municipal o una autoridad invitada sale al balcón del edificio gubernamental o a un escenario improvisado para dar el tradicional Grito de Independencia, evocando a los héroes patrios. El “¡Viva México!” retumba con fuerza y es seguido por un espectáculo de fuegos artificiales que iluminan el cielo ajijiteco.

16 de septiembre: Desfile Cívico

El día siguiente, 16 de septiembre, Ajijic amanece temprano con el Desfile Cívico, donde escuelas locales, asociaciones culturales, deportivas y civiles marchan por las calles principales del pueblo. Los alumnos portan orgullosamente uniformes y banderas, algunos representando escenas históricas con trajes de insurgentes, soldados o personajes célebres como Hidalgo, Morelos o Josefa Ortiz de Domínguez. Las bandas escolares tocan marchas patrióticas y se respira un aire de solemnidad alegre.

El desfile concluye con una convivencia familiar en la plaza o en los domicilios particulares. Se sirven pozole, tostadas, tamales, sopes, pambazos y aguas frescas. La música vuelve a sonar, esta vez en clave de celebración tranquila, y el pueblo entero se toma un momento para agradecer la libertad, la historia y el orgullo de ser mexicanos.

Un mes patrio en Ajijic

Estas fiestas, junto con Usos y costumbres del Rebozo (14 septiembre 2025), la Regata de Globos (13 septiembre 2025) y el Día del Charro (14), convierten a septiembre en uno de los meses más festivos del año. Ajijic se convierte en un mosaico de color, sabor y alegría. Turistas de todo el mundo se suman, maravillados por el ambiente y la pasión con que se vive cada momento.

Las Fiestas Patrias en Ajijic no son una rutina ni una simple efeméride: son una verdadera expresión de mexicanidad compartida, en la que todos, sin importar su origen, están invitados a gritar ¡Viva México! con el corazón.


31 de octubre – Día de la Virgen del Rosario

El 31 de octubre, Ajijic celebra una de sus festividades más espirituales y emotivas: el Día de la Virgen del Rosario. Esta advocación mariana, profundamente arraigada en la fe popular, es venerada con una serie de actos religiosos, procesiones nocturnas y una atmósfera de recogimiento que transforma al pueblo en un espacio de luz, oración y gratitud.

La celebración comienza desde días antes con un novenario, en el que los fieles rezan el rosario diariamente en capillas, parroquias y hogares que se ofrecen como sede de oración. La devoción por la Virgen del Rosario no es nueva en Ajijic: su figura ha estado presente en altares domésticos, cruces floridas, retablos y rezos desde hace muchas generaciones. Es considerada protectora de las familias, mediadora en tiempos difíciles y símbolo de amor maternal.

La noche del 31 de octubre es el clímax de la festividad. La comunidad se reúne para una procesión nocturna por las calles del pueblo. La imagen de la Virgen, bellamente adornada con flores blancas, luces y telas finas, es llevada en andas por devotos mientras una multitud la acompaña rezando el rosario y entonando cantos marianos. Muchos asistentes portan velas encendidas, lo que crea una escena mágica: un río de luces titilantes avanzando lentamente por las callejuelas empedradas de Ajijic.

Durante el recorrido, las casas y negocios que se encuentran en la ruta decoran sus fachadas con altares florales, imágenes religiosas, papel picado y veladoras, lo que convierte al pueblo en un espacio sagrado, cálido y acogedor. Algunas familias ofrecen bebidas calientes como atole o café, pan dulce o incluso tamales, en un gesto de hospitalidad hacia los participantes.

La procesión concluye con una misa especial en la parroquia de San Andrés o en alguna de las capillas del pueblo, seguida de fuegos artificiales y un ambiente de alegría tranquila. A diferencia de otras fiestas religiosas más ruidosas o masivas, el Día de la Virgen del Rosario en Ajijic se vive con una solemnidad serena, profundamente emotiva, casi íntima.

Este evento también marca el inicio simbólico de una de las temporadas más importantes para Ajijic: el Día de Muertos. De hecho, la transición entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre parece tejida con precisión espiritual. Al cerrar la celebración de la Virgen, el pueblo se prepara para honrar a los difuntos, en una secuencia que une la vida, la muerte y la fe en un solo tejido cultural.

Participar en esta celebración es experimentar el Ajijic más devoto y contemplativo. No hay gritos ni desfiles, sino silencio, luz y plegarias. La belleza no está en la grandilocuencia, sino en los detalles: una flor fresca, una vela encendida, una voz que canta “Dios te salve, María” al pie de una calle iluminada por la fe.


2 de noviembre – Día de Muertos

El 2 de noviembre, Ajijic se transforma en un escenario de colores, aromas y emociones para conmemorar el Día de Muertos, una de las tradiciones más profundas y bellas de México. Lejos de ser una celebración lúgubre, esta fecha es una exaltación de la memoria, el amor y el ciclo de la vida, donde los vivos se reúnen para recordar y honrar a quienes ya partieron.

En Ajijic, el Día de Muertos comienza desde el amanecer. Las familias acuden al panteón municipal, donde limpian, decoran y transforman las tumbas en verdaderos altares florales. Se colocan flores de cempasúchil, veladoras, fotografías, papel picado, comida favorita del difunto, bebidas, cigarros y objetos personales. El cementerio se convierte en un espacio lleno de vida: niños corriendo entre las tumbas, música suave de fondo, rezos y conversaciones que recuerdan anécdotas de los seres queridos que se han ido.

Durante el día, en la plaza principal, se instalan altares comunitarios. Diferentes grupos —escuelas, asociaciones, artistas y familias— participan en un concurso de altares en el que se premian la creatividad, el simbolismo y la fidelidad a la tradición. Cada altar es una obra de arte efímero, donde se mezclan elementos prehispánicos y cristianos: el agua, la sal, el copal, la cruz, el pan de muerto, las calaveritas de azúcar y los niveles que representan el cielo, la tierra y el inframundo.

Pero el evento más esperado ocurre al anochecer: la procesión nocturna de Día de Muertos. Vecinos caracterizados como Catrinas y Catrines, vestidos con trajes elegantes y rostros pintados como calaveras, recorren las calles iluminadas por velas y acompañadas de música de mariachi, tambores o cuerdas. La procesión avanza desde el panteón hasta el malecón de Ajijic, donde se realiza un espectáculo artístico-cultural bajo el nombre de “Axixic Vive”.

Este festival incluye danza contemporánea, poesía, música tradicional mexicana, teatro, narración oral y dramatizaciones que evocan leyendas locales y universales sobre la muerte. Es una celebración que mezcla arte, tradición y espiritualidad, con una producción cuidada pero sin perder su esencia comunitaria.

El malecón, a orillas del lago, se adorna con tapetes de aserrín, veladoras, cruces de flores y altares flotantes. Las aguas del Chapala reflejan las luces y el incienso, creando un paisaje místico. Las personas dejan ofrendas al borde del agua y lanzan flores al lago en memoria de sus seres queridos, en un gesto de conexión entre los mundos.

La gastronomía también tiene un papel fundamental. Se ofrece pan de muerto, chocolate caliente, calabaza en tacha, tamales, atole y mole, todo preparado de forma tradicional. Algunos hogares ajijitecos abren sus puertas para compartir su altar con los visitantes, explicando el significado de cada elemento.

El Día de Muertos en Ajijic es una sinfonía de elementos que hablan del alma del pueblo: su respeto por la tradición, su amor por los suyos, su conexión con la naturaleza y su capacidad de convertir el duelo en belleza. No es solo una fecha más: es una manifestación de identidad, memoria y celebración de la vida a través de la muerte.

Para quienes tienen la fortuna de vivirlo, el Día de Muertos en Ajijic deja una huella indeleble: no por su espectacularidad, sino por la forma en que toca el corazón y permite comprender, con humildad y alegría, que recordar es vivir dos veces.


21 al 30 de noviembre – Fiesta de San Andrés

La Fiesta de San Andrés Apóstol, celebrada del 21 al 30 de noviembre, es la fiesta patronal más importante de Ajijic. Durante nueve días consecutivos, el pueblo se llena de música, fuegos artificiales, procesiones, danzas folclóricas, misas solemnes y comidas tradicionales. Esta festividad honra a San Andrés Apóstol, el santo patrono del pueblo, y representa la máxima expresión de fe, tradición y participación comunitaria.

Cada día del novenario es organizado por un gremio distinto: floristas, panaderos, albañiles, jardineros, músicos, comerciantes, entre otros. Esta división por oficios no solo garantiza una logística eficiente, sino que fortalece los lazos entre sectores y refuerza la identidad laboral del pueblo. Cada gremio se encarga de decorar el templo, organizar la misa del día, financiar el castillo de pirotecnia y convocar a sus miembros para las procesiones.

Las mañanitas marcan el inicio de la jornada desde muy temprano, con mariachis o bandas locales que despiertan al santo con música alegre. Por la tarde, las procesiones recorren las calles principales, acompañadas por carros alegóricos, danzantes y estandartes. Al caer la noche, la plaza principal se convierte en el centro de toda la actividad: grupos musicales en vivo, bailes populares, ventas de comida y antojitos, y por supuesto, los imponentes castillos pirotécnicos, verdaderas esculturas de fuego que iluminan el cielo con figuras, ruedas, cohetes y bengalas.

El templo de San Andrés Apóstol, corazón espiritual del pueblo, recibe cientos de fieles cada día. Las misas son oficiadas por sacerdotes locales e invitados, y en ellas se rinde homenaje al santo mediante rezos, cantos y ofrendas. El día 30 de noviembre, fiesta litúrgica de San Andrés, se celebra la misa principal, a la que asisten autoridades, representantes de todos los gremios y cientos de feligreses. Al finalizar, se realiza la última procesión del ciclo y se clausura el evento con el castillo más grande y espectacular.

Durante la semana, también se organizan eventos culturales y deportivos: torneos de fútbol, competencias de baile, exhibiciones de arte, ventas de libros, juegos mecánicos para niños y ferias escolares. Es una semana de intensa actividad económica y social: comerciantes locales aprovechan para vender sus productos y artesanías, y las familias se reencuentran con parientes que regresan exclusivamente para esta celebración.

Una de las particularidades de esta fiesta es que no está pensada para el turismo, sino que es auténticamente comunitaria. Sin embargo, los visitantes que llegan son bienvenidos con calidez, e incluso suelen integrarse a las actividades: prendiendo una vela, bailando en la plaza o probando una deliciosa birria.

La Fiesta de San Andrés no es solo un evento religioso: es la máxima representación del alma ajijiteca, donde la fe y la alegría se funden durante nueve días de fervor, arte popular, música y convivencia. Cada año, Ajijic demuestra que sus tradiciones no solo sobreviven, sino que se viven con fuerza, amor y orgullo colectivo.


17 al 24 de diciembre – Posadas Navideñas

Las Posadas Navideñas, celebradas del 17 al 24 de diciembre, son una de las tradiciones más queridas y profundamente vividas en Ajijic. Durante nueve noches consecutivas, el pueblo entero se transforma en un escenario de peregrinación, cantos, luces, piñatas y generosidad. Esta tradición, de origen colonial, conmemora el recorrido de María y José en busca de posada en Belén, y se vive aquí con una mezcla de fervor religioso y convivencia comunitaria.

Cada noche, un barrio, una familia o una capilla diferente se encarga de organizar la posada. La comunidad se reúne en un punto de partida y se inicia la procesión con velas, faroles y cánticos tradicionales. Los fieles recorren calles entonando las letanías mientras representan el rechazo de las posadas hasta llegar al destino final, donde “los peregrinos” finalmente reciben albergue simbólicamente y se abren las puertas de la celebración.

Una vez dentro, comienza la fiesta popular. Se rompen piñatas de siete picos (que representan los pecados capitales), se reparten aguinaldos (bolsitas con dulces, cacahuates, frutas y galletas), y se sirven antojitos típicos como tamales, ponche de frutas, atole, buñuelos, pozole y pan dulce. No falta la música —a veces en vivo, a veces grabada— y los juegos para niños y adultos.

Las posadas en Ajijic destacan por su autenticidad y participación comunitaria. No son espectáculos turísticos ni shows organizados: son organizadas de manera espontánea y voluntaria por vecinos que comparten su hogar, su fe y su mesa con quien se acerque. Es común que los asistentes no se conozcan entre sí, pero todos son recibidos como parte de la familia.

Cada noche tiene su carácter especial. Algunas posadas son más pequeñas e íntimas; otras, como las organizadas por barrios tradicionales como La Villa o Las Seis Esquinas, reúnen a cientos de personas y cuentan con más actividades. Los altares para los peregrinos son cuidadosamente decorados con luces, flores, papel picado, figuras del Nacimiento y velas, y muchas veces se rezan rosarios o se lee un pasaje del Evangelio antes de comenzar la celebración.

El 24 de diciembre, Nochebuena, se celebra la última y más solemne posada. Después del acto de pedir posada y romper la piñata, muchas familias asisten a la Misa de Gallo en la parroquia de San Andrés. Es una misa alegre, llena de villancicos, incienso y emoción. Algunas familias colocan al Niño Dios en el pesebre de su nacimiento en casa justo después de la misa, con rezos, cantos y abrazos.

Además, el espíritu de la temporada se refleja en la decoración de las calles, casas, negocios y templos. Luces navideñas, árboles adornados, nacimientos en la vía pública y mensajes de paz y esperanza llenan de calidez el pueblo entero. Es una temporada donde Ajijic muestra su rostro más humano, acogedor y espiritual.

Las posadas en Ajijic no solo preparan el camino para la Navidad: fortalecen la comunidad, reviven la fe, y recuerdan el valor de compartir y acompañar a los demás, tal como lo hicieron María y José en su peregrinar. Es, sin duda, un cierre mágico y profundamente significativo para el ciclo festivo anual del pueblo.

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